El texto del Manifiesto por la abolición del apartheid internacional llama a un cambio importante del estado actual de las cosas. Esta radicalidad es, no obstante, necesaria. No podemos, por ejemplo, reprochar a l@s agentes del Estado el que controlen y expulsen a l@s inmigrantes al mismo tiempo que aprobamos las leyes en que se basan estas medidas. No podemos exigir la regularización de l@s indocumentad@s que viven en los países ricos y aceptar el cierre de las fronteras a quienes no han tenido la suerte o la habilidad de atravezarlas.
Sobre todo, no nos podemos decir partidari@s de la igualdad humana aceptando que el criterio arbitrario del nacimiento continúe pesando tanto sobre la suerte de l@s individu@s. No podemos condenar a la población blanca de Àfrica del Sur por el Apartheid, sin poner en tela de juicio nuestro proprio apoyo a otro apartheid, al apartheid que nos conviene.
El Manifiesto se funda sobre un razonamiento ético claro y racional aceptado, en teoría, por casi tod@s en nuestras sociedades: que si no existe una diferencia pertinente entre d@s individu@s, es arbitrario e injusto, privilegiar a un@. Ahora bien, la claridad de los fundamentos éticos es una condición necesaria a la acción política.
La ética no es de ninguna manera una condición suficiente a la acción política, como lo testimonia la larga lucha anti-apartheid en Àfrica del Sur. Pero la conciencia clara de la justicia de esta causa, ha sido, evidentemente, un factor determinante en su victoria. Sin base ética, en cambio, la lucha política está sin brújula. El deseo de justicia de cada un@, si no se declara claramente, se refugia en una actitud defensiva de pureza personal - «¡No me pidan a mí que denuncie a los extranjeros!» - hasta desvanecerse. No es por casualidad que ahora una grande parte de l@s habitantes de los países ricos declare que son un poco o muy racistas.
Hoy en día, sin embargo, algunas voces se comienzan a hacer oír y a reclamar la libre circulación mundial de las personas. Esta exigencia no parece ya puramente idealista. La lucha será larga. Este manifiesto tiene por vocación reforzar sus bases.
Este manifiesto no será presentado a l@s diputad@s ni a un ministro; ést@s votarán y aplicarán leyes justas cuando la población quiera leyes justas.
El interlocutor de este manifiesto es el conjunto de la población, de todos los países, desarrollados o no. Concretamente, esto significa la colecta del mayor número posible de firmas seguida de su publicación en la prensa, a título gratuito o pagado. Implica también la traducción del Manifiesto en otras lenguas y su difusión y publicación en todo el mundo.
Este trabajo y la colecta de los eventuales fondos necesarios para comprar espacios en la prensa será el trabajo de los Comités de ayuda al Manifiesto.
Yves Bonnardel y David Olivier son militantes desde hace tiempo comprometidos en las luchas por la igualdad, contra el racismo, el sexismo, el especismo y otras formas de discriminación arbitraria (homofobia...). Su experiencia de militantes por la liberación animal en la revista Les Cahiers antispécistes («Los cuadernos anti-especistas») les ha hecho tomar conciencia de lo indispensable que resulta en política tener un razonamiento ético claro, y les ha llevado a formular este llamado.
En Lyon, el 24 febrero de 1997